sábado, 25 de julio de 2009
LOS PRESOS DE TEHUANTEPEC TRABAJAN PARA BUSCAR EL SUSTENTO DE SUS FAMILIAS
TERCERA PARTE
Pablo Riek/Julio 2009
Comercialización de artesanías— apoyo desde el equipo de pastoral penitenciaria en la venta de hamacas, bolsas para dama y otros artículos para que reciban los internos un ingreso que les permita sufragar sus gastos personales y dejar de depender del apoyo económico de afuera.
El segundo momento clave de esta historia fue en el año 2002. Como en cualquier penal, los internos del Reclusorio de Tehuantepec tienen una organización interna con una estructura muy autoritaria. Algunos internos se sentían reprimidos por esa estructura y empezaron a encontrar en la comunidad católica un espacio alternativo donde podían redescubrir su dignidad y desarrollar sus dones, dentro de una estructura más democrática. El equipo de Pastoral Penitenciaria veía con sorpresa cómo crecían estas personas al amparo de la Iglesia, sin miedo a la represión.
Un hecho que demostró el peso moral de la comunidad católica fue el conflicto que surgió en el año 2004 entre el entonces Director del reclusorio y un interno. El Director consignó al interno ante un juez acusándolo de posesión de drogas en su celda. El interno solicitó apoyo a una integrante del equipo, quien se limitó a prestarle un libro de derecho y presentar los escritos del interno en el juzgado. Al poco tiempo los celadores cayeron en contradicciones en un interrogatorio, uno de ellos señaló al Director, y el Director fue cambiado a otro penal. Antes de irse el Director mandó a llamar al entonces Coordinador del equipo para llamarle la atención por supuestamente favorecer al interno. Parece que el Director no creía que un interno tuviera la capacidad para defenderse sin la intervención de un abogado.
Y siguieron ocurriendo hechos inesperados. El tercer momento clave fue en el año 2007, durante una reunión del Consejo de Servidores. El hermano de una integrante del equipo de Pastoral Penitenciaria acababa de morir en la Ciudad de México, víctima de un asalto. Todos los Servidores daban el pésame a la compañera. De pronto, un Servidor dejó a todos con la boca abierta. Palabras más, palabras menos, dijo: Desde que supe lo que le pasó a tu hermano, no me aguanto la vergüenza, porque yo he hecho eso a la gente, he matado por asaltar, y no me cabe la vergüenza de que pude haberle hecho eso al ser querido de alguien a quien estimo tanto como tú. La compañera contestó, con palabras parecidas a las siguientes: Hasta este momento yo no sabía por qué delito estabas aquí, y ahora que me entero no cambia mi amistad por ti. Y todos ustedes, no crean que voy a dejar de venir a acompañarlos por lo que pasó a mi hermano. Al contrario, ahora me siento más comprometida que nunca— ¡tenemos que luchar para cambiar esta situación!
Un momento claramente restaurativo, y sin planearlo. ¿Será el Espíritu Santo?
VOZ DEL CAUTIVO, VOZ DE DIOS
Se siguen cosechando frutos hasta el día de hoy. El año pasado se le ofreció al equipo de Pastoral Penitenciaria un espacio en una emisora de radio. Al encargado del programa de radio se le ocurrió grabar reflexiones y poesías de algunos internos y pasarlas al aire, ya que los encarcelados tienen mucho que enseñarnos. Reproduzco extractos de dos de estas reflexiones:
“He conocido a personas altruistas que tienen todavía una esperanza en los internos, a pesar de que las personas que estamos presos aquí tenemos una mala fama, de ser malos, y en realidad sí participamos en la maldad allá afuera, pero estas personas aún creen que aquí existen personas que tienen buenos sentimientos, y vienen y nos ayudan, nos animan a tratar de cambiar nuestras vidas, luchar por ser hombres mejores, y olvidarnos de las maldades que allá afuera cometimos, enmendar nuestros errores... En el fondo nadie es malo, nadie nace con maldad, y aquí venimos a descubrir esa esencia, esa energía...”
“Este lugar lo defino no como un penal sino como un cementerio. Para nosotros es como cuando uno se muere, hice la comparación porque cuando uno muere toda la familia se reúne para lamentarse, igual cuando uno cae aquí... Preguntan ¿qué pasó? ¿qué hiciste? Todo el mundo te señala y cuando uno se muere también, ¿por qué no lo llevaron al doctor? ¿por qué no avisaron?... Después va pasando el tiempo, hacen los rosarios, toda la familia llega, los amigos, y aquí igual, todo mundo viene a visitarte, hasta los nueve días. Después a los treinta días vuelven a hacer otra reunión, hay comida, hay tamales, siempre recordando al difunto. Y nosotros igual, sigue viniendo la visita. A los seis meses nuevamente se vuelven a reunir, son seis meses de la gente que está difunta, y nosotros igual, ya nos vienen a visitar. Empieza a pasar el año y cuando volteas te das cuenta que es exactamente igual que los muertos: cada año a los panteones van el primero y el día dos [de noviembre] a ver a sus difuntos, porque solamente es cuando se acuerdan de ellos. Y con nosotros igual, celebramos irónicamente el 24 de septiembre, el Día del Preso, y es cuando todo el mundo se acuerda que tiene a una persona aquí. Realmente nos tienen abandonados porque para muchos somos la lacra de la sociedad... Toda la gente que viene de afuera por parte de la Iglesia a apoyarnos, a darnos ese ánimo, a enseñarnos que estamos vivos, que no estamos muertos, que somos personas, y dejamos de ser realmente internos para convertirnos en personas que valemos... Yo les invito en especial a todas las personas que no nos juzguen, que no nos señalen, sino que se acuerden y vean en nosotros a un Cristo, un Cristo con problemas, un Cristo con mucho dolor en el corazón...”
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