El relato de Ex. 14 contiene un elemento interesante que ya hemos señalado: describe la derrota de un ejército de carros y caballos. Da la impresión de que, por muy paradójico que pueda parece a primera vista, el Dios de la Biblia sea alérgico al caballo. Para comprenderlo mejor, es preciso recordar que, en esta época, el caballo era animal empleado ante todo con fines militares y representaba, por consiguiente, le poderío de las armas. El Dios de la Biblia, sin embargo, es alérgico al caballo y prefiere el asno, un animal más común y, a buen seguro, menos costoso.
Muchos textos bíblicos afirman, en efecto, que la salvación no viene del <
Según el profeta Zacarías, el mesías que entrará en Jerusalén irá montado en un asno (Zac 9,9), como Salomón al comienzo de su reino, porque será un rey pacífico. Hará desaparecer de la ciudad los carros y los caballos para que reine la paz (Zac 9, 10) Según los evangelios, esta profecía se cumplió cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un asno (Mt 21, 1-10; Mc 11, 1-11; Lc 19, 28-38; Jn 12, 12-16).
Una de las raras excepciones a esta regla es José (Gn 41,43). El carro que recibió del faraón es signo de su nuevo poder: José acaba de salir de la prisión y, de repente, se encuentra en la cima de la jerarquía social de Egipto, justo por debajo del mismo faraón. El motivo está recogido en el relato sin ninguna nota crítica.
La alergia bíblica al caballo es una crítica lanzada contra todo poder que se apoye de una manera excesiva en el potencial militar, es decir, en la fuerza. Según estos relatos, en particular Ex 14, Jue 4 y los textos de los Salmos y de los profetas, este poder resulta, a fin de cuentas, muy frágil.
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