sábado, 25 de julio de 2009

EL DIOS DE LA BIBLIA ES ALERGICO AL CABALLO


El relato de Ex. 14 contiene un elemento interesante que ya hemos señalado: describe la derrota de un ejército de carros y caballos. Da la impresión de que, por muy paradójico que pueda parece a primera vista, el Dios de la Biblia sea alérgico al caballo. Para comprenderlo mejor, es preciso recordar que, en esta época, el caballo era animal empleado ante todo con fines militares y representaba, por consiguiente, le poderío de las armas. El Dios de la Biblia, sin embargo, es alérgico al caballo y prefiere el asno, un animal más común y, a buen seguro, menos costoso.
Muchos textos bíblicos afirman, en efecto, que la salvación no viene del <>, es decir, de un ejército que se dispone del arma más sofisticada de la época: el carro (Is 30,16; 31,1; Os1,7;14,4; Zac 9,10;Sal 20,8;33; 16-17; 147,10-11; Prov 21,31). Este último texto resume bien esta idea: <> (Pro 21,31). La famosa descripción del caballo que aparece en Job 39,19-25 subraya con vigor el aspecto guerrero de este animal. Algunos relatos hacen referencia asimismo a esta temática. Absalón, el hijo rebelde de David, se había procurado un carro y caballos que manifestar sus ambiciones (2 Sm 15,1); sin embargo, no tuvo mucha suerte en sus empresas, puesto que murió en la batalla que le oponía al ejército de su padre (2Sm 18). Otro hijo de David, Adonías, eligió también esta vía cuando pensó que había llegado el momento de suceder a su padre, que ya estaba metido en años (1 Re 1,5). Su suerte no fue mucho más afortunada que la de Absalón. El sucesor de David fue Salomón, y no Adonías, que no perdió sólo el trono, sino también la vida (1 Re 2,12-15). Salomón, por su parte, entró de manera triunfal en la ciudad de Jerusalén, pero no en un carro tirado por caballos, sino sobre la mula de David (1 Re 1,18). El mulo – que para nosotros representa algo completamente distinto a la gloria real – es, en la Biblia, el símbolo de una realeza pacífica. Ni siquiera el mismo Salomón fue fiel a este ideal, porque hizo construir, más tarde, cuadras para sus caballos y dotó a su ejército de carros de guerra (1 Re 5,6; 9,19.22; 10,26-29).
Según el profeta Zacarías, el mesías que entrará en Jerusalén irá montado en un asno (Zac 9,9), como Salomón al comienzo de su reino, porque será un rey pacífico. Hará desaparecer de la ciudad los carros y los caballos para que reine la paz (Zac 9, 10) Según los evangelios, esta profecía se cumplió cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un asno (Mt 21, 1-10; Mc 11, 1-11; Lc 19, 28-38; Jn 12, 12-16).
Una de las raras excepciones a esta regla es José (Gn 41,43). El carro que recibió del faraón es signo de su nuevo poder: José acaba de salir de la prisión y, de repente, se encuentra en la cima de la jerarquía social de Egipto, justo por debajo del mismo faraón. El motivo está recogido en el relato sin ninguna nota crítica.
La alergia bíblica al caballo es una crítica lanzada contra todo poder que se apoye de una manera excesiva en el potencial militar, es decir, en la fuerza. Según estos relatos, en particular Ex 14, Jue 4 y los textos de los Salmos y de los profetas, este poder resulta, a fin de cuentas, muy frágil.

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