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La corrupción hoy es una de las causas que frenan el desarrollo autentico de las comunidades y del país, traiciona y deteriora valores fundamentales de la convivencia social como son la verdad, el bien común y el sentido del trabajo honesto.
Cuando la corrupción se generaliza, se convierte en un verdadero cáncer social que empuja cada vez más a la pobreza y al subdesarrollo como personas. Es un hecho que la calidad humana hoy es menor que hace 40 años; baste comparar el respeto a las personas, el aprecio a la verdad y a la vida, la solidez de la familia, la responsabilidad, el respeto a la autoridad y a la naturaleza.
La corrupción “priva a los pueblos de un bien común fundamental, el de la legalidad: respeto de las reglas, funcionamiento correcto de las instituciones económicas, políticas, transparencia” (Pontificio Consejo Justicia y Paz 21-IX-2006). Por todo esto, la corrupción en nuestro país sigue siendo el principal impedimento para romper las cadenas y la fuerza de tantos males que tienen postrada a nuestra sociedad.
Ciertamente la corrupción no es reciente pero hoy muestra señales de tal gravedad que, de no remediar desde la raíz, seguiremos avanzando hacía una catástrofe social. Nos haría bien ver y recoger la enseñanza de las épocas de decadencia de la humanidad; la corrupción acabó con grandes imperios, entre ellos el imperio romano, grandes civilizaciones y pueblos enteros; también hoy lo palpamos en más de algún país del primer mundo.
Cuando los intereses personales se prefieren al bien común, cuando el poder se busca a costa de cualquier medio, cuando se generaliza la búsqueda del placer sin amor y sin responsabilidad entonces palpamos el deterioro y hasta el vacío de valores fundamentales. La relajación de costumbres, el fortalecimiento de un individualismo salvaje alimenta y multiplica grupos y verdaderas redes del mal hasta la decadencia de personas concretas, de familias, de comunidades, de la sociedad y de un país.
La corrupción está ya en todas partes, la tocamos y sufrimos en la política, en la educación, en la procuración de justicia, en la economía, en distintos sectores de la sociedad, en hogares y en las calles; de diferentes maneras se fomentan o se prestan a corruptelas. Somos testigos de amargos frutos y graves problemas sociales que nos trae la corrupción
Podemos y debemos aspirar a un país mejor, a un estado de derecho, a una sociedad en las que las personas convivan en paz y actúen honradamente, a que las instituciones funcionen bien y se castiguen los actos de corrupción.
No estamos ya condenados a ser corruptos; sí es posible un México y un Oaxaca sin corrupción. Erradicar la corrupción es sin duda la tarea irrenunciable más importante de los diputados recién elegidos, del poder ejecutivo y judicial; una tarea irrenunciable del magisterio y en especial de las autoridades educativas, de los líderes sociales y padres de familia. Los católicos tenemos mucho que aportar en este campo.
Con nuestra oración y bendición para todos.
+ José Luis Chávez Botello +Oscar A. Campos Contreras
Arzobispo de Antequera-Oaxaca Obispo Auxiliar de Antequera-Oaxaca
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